Coronavirus: ¿cómo lo afrontamos?

Coronavirus. Quizás sea la palabra más nombrada, buscada y escuchada de los últimos meses. Nunca la habíamos escuchado antes, probablemente, pero ahora parece que nos persigue por doquier, e incluso aparece en nuestra mente sin esperarlo.

Las cosas nuevas e inesperadas suelen suponer un shock, y así ha ocurrido con esta situación extrema. Puede que nuestros abuelos o bisabuelos vivieran algo parecido, pero vivíamos en un mundo de inmortales, con una sensación de superioridad. Ha tenido que venir la naturaleza para señalarnos con el dedo, y enseñarnos que estamos muy por debajo de todo eso.

Esta situación probablemente haya desatado emociones intensas en nosotros. Nos estamos enfrentando o ya nos habremos tenido que enfrentar a emociones incómodas: miedo, ansiedad, tristeza… ¿Realmente llegamos a comprender bien o a interioridad la información que nos intenta transmitir el personal sanitario? ¿Va a mejorar todo realmente? ¿Qué pasará después? Mi primer consejo es: no nos adelantemos a las circunstancias.

La historia de la humanidad ha sufrido muchas otras pandemias u otras situaciones extremas, que hemos superado. Conocer cómo responde el ser humano ante ellas, puede ser de utilizar para identificar y poder gestionar mejor todo lo que sientes.

La información llegaba desde China. China, nada más y nada menos. Parece que China esté en otra galaxia, ya que lo percibimos como las antípodas de nuestra cultura. Este hecho puede que haya añadido esa sensación de lejanía, de «esto no va con nosotros». Esta fue la primera fase: la fase de negación. No solo atravesamos estas fases ante un duelo, sino también ante una crisis vital, como la que estamos viviendo.

La información empezó a ser muy confusa, y muchos pensábamos que el Coronavirus era una gripe más, sin importancia añadida, o que no tendría más impacto que el de una enfermedad común. Quizás muchos de nosotros seguíamos pensándolo incluso cuando las evidencias eran claras en nuestro país. Cada persona atraviesa estas fases a un ritmo, y, cuando algunos ya tenían claro que esto era algo serio, otros simplemente se reían de tal dramatismo.

Conforme vamos interiorizando esta información, algunas personas pueden pasar por una etapa de ira o rabia. Nos enfadamos con el sistema, con la falta de medidas que toman las autoridades, con los eventos deportivos, manifestaciones o reuniones que nos han expuesto al contagio. Con la vida, en general, porque, recordemos, el ser humano es un ser social, y, como tal, estaba expuesto sí o sí al contagio. De todos modos, está bien enfadarnos. Es normal sentir que esta situación es injusta, tengamos razón ante nuestro enfado, o no, pero debemos continuar hacia adelante. Si nos quedamos anclados a esta fase, no vamos a prestar atención a aquellos aspectos que nos van a ayudar a evolucionar o aprender. No podemos cambiar lo que ya ha sucedido, pero sí podemos aprender de esto.

Puede que las etapas no estén claramente separadas. Seguramente tendremos un batiburrillo de emociones, de ahí que sean difíciles de gestionar. Puede que también sintamos mucho miedo o ansiedad, por ejemplo cuando vimos a gente comprar en masa: ¿nos quedaremos sin abastecimiento? ¿qué me pasará si me contagio? ¿qué puede pasarle a mis familiares? ¿cómo debo protegerme? ¿pasa algo si salgo a la calle sin mascarilla? Pero, ¿sabéis qué? También es bueno sentir estas emociones. El miedo y/ o la ansiedad nos ayudan a buscar información sobre cómo protegernos y proteger a los demás, sobre qué debo hacer en una situación o en otra. Si no tuviéramos miedo, o no sintiéramos ansiedad hasta cierto punto, no nos importaría nada la situación, y por tanto, no tomaríamos ninguna de estas medidas. El miedo, una vez más, nos ayuda a enfrentarnos a esta crisis.

Probablemente, una vez pasadas estas fases más intensas, pasemos a la etapa de tristeza o depresión. Veremos cómo realmente está afectando esta situación a nuestras vidas o las de personas que queremos. Cómo está sufriendo la gente, o incluso estaré triste simplemente por haber perdido mi cotidianidad. Es una situación que puede causarnos impotencia, pero es esta fase la que más nos va a ayudar a reflexionar y a aprender. Tu tristeza te ayudará a pensar en aquellas cosas que no puedes controlar y también provocará pensamientos sobre cómo hacer frente a ello. Este punto es importante, porque unas personas pueden quedar atrapados por la preocupación. Tenemos que aceptar (esta será una nueva fase) que hay cosas que sí podremos cambiar, como por ejemplo qué hacer para disfrutar de esta situación: ¿cuántas veces he pensado en lo bien que estaría en casa adelantando cosas que nunca tengo tiempo de hacer? ¿cuántas veces he deseado estar con mi familia y no he podido? ¿cuánto tiempo hacía que no desayunabas junto a los tuyos, sin prisa? ¿cuánto tempo ha pasado desde que jugaste horas con tus hijos/ as? ¿cuál fue el último libro que leíste tranquilamente? ¿y la última receta que inventaste? ¿cuántas veces nos hemos quejado de no poder practicar nuestros hobbies? Ahora podemos.

También puedes pensar en aquellas cosas que echas de menos de tu vida diaria, y que ahora no tienes. ¿Te gustaría cambiar algo? Tenemos una gran oportunidad para pensar y reflexionar sobre todo aquello que no hemos valorado lo suficiente, y también sobre aquello que hemos sobrevalorado. La última fase es aquella en la que tú te conviertes en alguien mucho más fuerte, porque la vida te ha enseñado.

 

Sandra Herreros.

CV11204.

 

Entradas recientes
0
Abrir chat
1
Escanea el código
Hola ¿En qué podemos ayudarte?