Aprende a enfadarte

¿Qué sabemos del enfado? Ante esta pregunta, la mayoría de las personas podríamos decir que es una emoción un tanto desagradable y problemática que experimentamos bastante a menudo.

El enfado surge cuando percibimos una ofensa, un ataque, una amenaza o una injusticia. Aparece cuando algo se interpone entre nosotros/as y lo que deseamos o lo que necesitamos.

Los/as niños/as identifican el enfado muy bien y podrían decir fácilmente que se enfadan cuando alguien se chiva de lo que han hecho, cuando pierden al futbolín, cuando están en la tienda y no les compramos los cromos que piden, cuando les apagamos la videoconsola porque tienen que poner la mesa, cuando el maestro les pone el último de la fila, cuando no les sale un ejercicio de matemáticas, etc.

Si aparece en estas ocasiones es porque el enfado tiene el objetivo de defendernos, nos ayuda a poner límites y a luchar por lo que queremos, por tanto, resulta de gran utilidad. No en vano, gracias al enfado y al resto de emociones hemos sobrevivido como especie.

¿Pero qué pasa cuando no existe tal amenaza, injusticia, transgresión o ataque? ¿Qué pasa cuando demasiado a menudo ese enfado deriva más bien de nuestra interpretación, de la lectura que le damos a los hechos?

Cuando la mente mantiene ciertas creencias como que «las cosas deberían de ser como yo creo que deberían de ser», «las cosas deberían de ser fáciles», «vida debería de ser cómoda», «tengo el derecho de obtener lo que quiero», «cualquier obstáculo, demora o dificultad es intolerable»» solo hay una forma de ver las cosas, la mía», el enfado aparece muy a menudo y, a veces, desproporcionado. En los/as niños/as, así como en las personas adultas, estas ideas aparecen como causa y síntoma de los enfados, sobre todo cuando hablamos de baja tolerancia a la frustración.

                 

En Psique Positiva os proponemos trabajar con los /as pequeños/as de la casa a través de ejercicios divertidos para ayudarles a comprender que existen múltiples opciones de ver las cosas, que todas ellas pueden ser válidas y que no verlas no significa que no existan. A la vez que interiorizan estos principios, realizaremos actividades para entrenar la creatividad y capacidad de elaborar alternativas. Todo ello con el objetivo de ayudar a desarrollar su flexibilidad cognitiva, uno de los componentes fundamentales en el aprendizaje de la gestión emocional.

 

¡Un cerebro flexible es un cerebro más adaptado y feliz!

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